viernes, octubre 27, 2006

Transecto en la selva

El fin de semana -de puente otra vez- me propuse a realizar mi tarea. Así pues, me acerqué a mi pequeño teléfono Panaphone, regalo que obtuve en un cumpleaños, producto de la piratería callejera de la cual fue víctima mi padre al confundirlo con un Panasonic. Apreté aquellas grandes teclas, y llamé a la mejor de mis amigas “tosticas” -las que es loca de remate- y que le encanta las aventuras y las cosas raras. Pues bien, nos enrumbamos a nuestro destino mi amiga Nairobi y yo en un viaje como dicen por ahí “guerrero” a una playa del litoral el primero de mayo. Llegamos a la estación de Metro de Gato Negro, donde la cola para tomar un autobús era kilométrica, todo para subir en un vehículo que nos llevaría a un charquito donde se bañarían, comerían y tirarían basura unas 800 personas.
Sin pedirlo y sin buscarlo había llegado la razón y el motivo de estas letras. “Mi tarea había llegado”. A lo lejos, a unos 20 metros cruzando por el Parque del Oeste, se estacionaba una camionetica de color azul oscuro que le sonaba hasta los tequeteques. Arribaba próximo a la acera con un ruidoso tacataca, el que era más que un simple medio automotor, se estacionaba el “Chevy-risimo 69”. Unos enormes números amarillos y rojos adornaban la única puerta por donde los pasajeros podían montarse. Era, supongo, para el “Ñero” -personaje que conocí ese día y dueño del “Chevy-risimo69 ”- más que un vehículo; era su amigo. Allí pues estaba el noble “Chevy-risimo69”, vistiendo en su volante un grueso abrigo rojo -tipo peluche- que cubría esa circunferencia casi perfecta de goma, y parte de la consola donde por supuesto no podía faltar todo un repertorio de “El Nene Sarcos”, el “Vallenaton de los Diablitos” –creo- y más “Vallenaton y Regueton”.
Entrar en ese aparato era de ese tipo de experiencias sensoriales, de las que sales impregnado incluso con ese aroma de fresita de pinos de cartón, que usualmente venden en los autos lavados. Por un momento uno llega a pensar que estás dentro de un gran museo móvil urbano, lleno de perolitos, pañitos, imágenes y cantidad de mensajes a veces hasta ocultos. Arrancamos pues el “Flaco”, el “Ñero”, la “Gigy”, el “Pupi” -personajes que conocí al poco tiempo de haberme embarcado en el fabuloso “Chevy-risimo69”, junto a otras personas aún desconocidas por mí. Pero mi tarea era observar, así que sólo dirigí la vista en un ángulo de 180 grados, lamentando no tener el don de la mirada periférica. Sólo quedaba esperar, qué me deparaba aquel viaje, no tenía de otra que habituarme a la incomodidad de un roto asiento de gamuza y a las caras de un grupo de gente callada que por la desesperación de bajar pronto a la Guaira, no les quedó de otra que tomar el pirata “Chevy-risimo69”.
Al poco rato se rompió el silencio en parte gracias a la tediosa cola, las diferencias se disipaban; ya no importaba de dónde venía cada quien. Me di cuenta enseguida tras escuchar a mis interlocutores que algo en común nos relacionaba y nos colocaba en un nivel vergonzoso, pero de sincronía entre nosotros: “el uso dela piratería.”. Un tipo joven evangélico no paraba de hablar, mientras un retrato del Sagrado Corazón, me advertía que Jesús venía pronto. El “Ñero” (el colector) no paraba de llamar a los buhoneros de la autopista fastidiado por la cola, preguntando por cada perolito que alcanzaba a ver, entre ellos una manito tallada en bambú para rascarse la espalda, un salvavidas para niño, coquitos dulces, relojes despertadores, y algunas películas pirateadas de “V For Vendetta”. La cola del tráfico tal vez nos animó a intercambiar palabras, incluso hasta nos indujo a meternos en esa jerga comúnmente usada por ellos. Al poco rato un chupero -El hombre que vende chupi-chupi- nos ofrecía sus productos, hasta compartimos lo manjares mejor conocidos como chucherías. El ambiente se dispuso incluso para tirar taquitos a gente en la cola, preguntar a los vendedores mil cosas que no íbamos a comprar, contar chistes cortos o circunstanciales (aquellos que salen en el momento y que solo dan gracia en ese instante) y tararear canciones que no conocíamos. Es inevitable, por más que uno no quiera, el relacionarse con la gente, y aunque mi tarea sólo era observar fue difícil no intervenir en esa tertulia “Trochera”. El “Flaco” (el amigable chofer), no paraba de contar todas sus experiencias con los policías y fiscales que como mínimo le pedían “tres puestos”; término con el que se refería a “bajarse de la mula”. El “Ñero” continuaba molestando a los buhoneros en la vía mientras el “Pupi” (un pequeño niño, al que el “Ñero” le atribuyó dicho pseudónimo por tener cara de “Pedrito”, pero que no se llama realmente así) no hacía más que jalarle las largas trenzas de pepitas a la “Gigi” (cuñada del “Flaco”, y que tenía un puesto de lotería en Catia la Mar). Mas atrás el evangélico, venía contando los hechos de Moisés así tal cual como él los entendía mientras tomaba su “fresco” de uva Hit. Se le veía feliz y en modo de cuchicheo, el “Ñero” lo miraba al tiempo que giraba su enorme cuerpo hacia nosotros diciéndonos:
- Ese chamo vive su vaina, ¿no?
Nairobi cantaba canciones que no conocía mientras que la ociosidad le hacía despegar con sus uñas un adhesivo de Papá pitufo haciéndole “cosas” a una pitufina en una ventana. El evangélico seguía contando historias, alternándolas con la preocupación de no llegar a tiempo donde la tía Cirila, que lo esperaba para comerse un hervido de res en la vereda 5 del sector “el Teleférico”. Mas atrás un “panita” heladero venía casi al ritmo del Chevy-rismo69 promocionando sus productos: ( “¡Epa!, ¡Epa!, ¡Epa!, ¡si!, ¡tú, tu!, ¡si tú jefe! que estás conduciendo, que te digo que ¡sí!, que ¡sí!, que si están aquí los helados de frutas!!, no coma química jefe, coma natural coma sus “teticas” de fruta que a usted le gusta, no coma cuento amigo, no coma química, coma su tetica natural: parchita, fresa …). Estaba presenciando en ese momento lo que llamé como “La nueva publicidad informal” o “Mercadeo buhoneril oral, o cantado”, pensé inmediatamente la razón del porqué hay tan buenos publicistas en este país. Se alejaba el heladero y Nairobi seguía repasando con el meñique las líneas de lo que quedaba del Papa pitufo, el “Ñero” por tanto le tiraba flores y piropos a una mujer en un Corolla, el que después de tanto insistir sin recibir respuesta terminó por llamarla un “merengue sin letra”. Seguíamos nuestro camino en la cola, y yo me deleitaba con mi “fresco” de colita, al tiempo que escuchaba al “Ñero” llamar a los vendedores en el tráfico.
El “flaco” continuaba con historias de fiscales que por algún motivo aunque siempre terminaban mal, le causaban mucha gracia. El evangélico, en la parte trasera, contaba las experiencias de Moisés narradas en el Viejo Testamento cuando por medio de Dios abre el mar en dos, esto no sin incluir, un mensaje de aprendizaje y lección a los que le escuchábamos: -Brother, para conseguir el bien hay que tener fe y ser perseverante, como bien le dijo el jefe a Moisés: ( Epa moisés, ¿y entonces? ¿vas a tirar la toalla, varón?, te digo que pases que yo te abro el mar en dos, mi pana, tú tranquilazo brother que para los bichitos de atrás lo que le viene es “agua-cate”, -refiriéndose a los egipcios que después morirían ahogados-)
Así prosiguió el camino, cada quien contando una historia, escuchando chistes ahora Nairobi adueñada de la consola del Pioneer quita y pon, le daba “play” a Green day y otros CDs que tenía en su carterita de plástico. Una vez que llegamos a Catia la mar donde cada quien elegía su rumbo, Nairobi y yo nos despedimos del “Flaco”, el “Ñero” y la “Gigi”, pero no sin agradecer el tan buen rato que pasamos en el trayecto Caracas-Trocha-La Guaira. Así terminó mi paseo y creo, en parte, mi ejercicio; habíamos pagado 2500 Bolívares por el viaje y creo que por el costo de mi tarea. Antes de marcharnos Nairobi les regalaba un CD de “Juana Molina” que la Gigi puso enseguida mientras las personas bajaban del vehículo. Luego, al cruzar la avenida principal el Cheveryrismo69, se perdía a lo lejos, con el tacatacataca de lo que hoy sé que es “el muñón del cigüeñal” y al ritmo musical del “Mantra del bicho feo” cantado por la uruguaya.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Es viejísimo pero igual debo comentar que es excelente xD